Tras la pandemia, muchas mujeres enfrentaron crisis: algunos lazos familiares se rompieron, las relaciones cambiaron y, en muchos casos, no volvieron a ser las mismas. Sin embargo, en algunos lugares ocurrió lo contrario: las comunidades encontraron nuevas formas de unirse, especialmente frente a la soledad que trajo consigo el aislamiento sanitario.
Este fue el caso del grupo Mujeres Unidas Esperanza Andina, quienes, al igual que en los inicios de la toma, retomaron su papel como organizadoras y matriarcas de la comunidad. Durante la pandemia, la vulnerabilidad social, la soledad, depresión, separaciones, cesantía y enfermedades afectaron a muchas de ellas. Pero lejos de rendirse, decidieron apoyarse mutuamente, encontrando fuerza en la unión.
En una época donde la tecnología y la globalización transformaron las dinámicas sociales, estas mujeres han demostrado que el trabajo colectivo y la reunión cara a cara puede ser una poderosa herramienta para superar dificultades y construir una comunidad más sólida.
Esta entrevista pretende remarcar la importancia de la organización comunal en Peñalolén y la visibilización y apropiación de espacios que están teniendo las mujeres en situación de vulnerabilidad en la comuna, cuenta con el patrocinio del Fondo de Fomento de Medios de Comunicación Social (FFMMC), la Secretaría General de Gobierno (Segegob) y el Consejo Regional (CORE).
Con la rutina diaria de sus trabajos, y al ser dueñas de casa, muchas de ellas no tenían tiempo para su distracción, con ese objetivo se conforma esta organización que pretende sacarlas de su encierro, generando con ese objetivo actividades extra programáticas.
Una comunidad que encuentra fuerza en la unión
Yanett Sanhueza, presidenta de la organización, explica:
“La mayoría de nuestras socias pasó por situaciones muy críticas tras la pandemia. Por eso formamos esta agrupación, para salir de nuestros entornos y generar actividades que nos ayudaran a sentirnos mejor. Ahora somos 24 mujeres con personalidad jurídica, hemos logrado mucho en poco tiempo”.
La organización realiza actividades autogestionadas, como la venta de pasteles y la participación en ferias de emprendedores. Aunque por el momento aún no cumplen con los requisitos para poder postular a proyectos municipales, están enfocadas en fortalecer su grupo. “El objetivo es mejorar nuestra autoestima y salir de la rutina, porque muchas solo se dedican a sus quehaceres del hogar o trabajos, y aquí encuentran un espacio para ellas mismas”, comenta Yanett.
Testimonios de fuerza y esperanza
Las historias de las socias reflejan la importancia de este espacio en sus vidas. Para Rosa Muñoz, de 74 años, la agrupación fue una salvación tras perder a su esposo:
“Quedé viuda hace un año y no podía seguir encerrada. Aquí encontré compañía y un propósito. Hemos hecho murales, puesto barreras para proteger áreas verdes y trabajado juntas para mejorar nuestra sede”.
Por su parte, Elba Núñez, una de las fundadoras del grupo, destaca la misión de inspirar a otras generaciones:
“Yo vine buscando un espacio porque tengo problemas de drogadicción en mi casa. Invito a más vecinas a unirse, porque este legado debe continuar. Tenemos que demostrar que las mujeres de esta comunidad no estamos derrotadas”, agregó.
Más allá de las dificultades
El sector de Esperanza Andina ha enfrentado episodios de violencia el último tiempo, pero el grupo ha demostrado que la comunidad puede generar energía positiva. Lorena Castillo , otra de las socias, asegura:
“Este espacio no solo nos une; también nos permite apoyar a nuestra población. Queremos tener nuestra propia sede, hacer cursos y capacitarnos para ser más independientes”, declara.
La agrupación incluso ha incorporado a dos hombres en roles de apoyo, como Cristian Olea, Secretario General de la Corporación Municipal de Peñalolén a quien consideran el padrino del grupo, y el concejal Juan Cristóbal Cantuarias, quien se incorporó recientemente demostrando que el trabajo comunitario trasciende géneros.
“Son mujeres maravillosas que reflejan lo mejor de Esperanza Andina. Compartir y trabajar codo a codo con ellas es un privilegio. De verdad cualquier autoridad, ya sea local o nacional, necesita un ‘cable a tierra’, una conexión directa que permita entender lo que las personas están pensando. El trabajo de una autoridad en terreno es fundamental para poder identificar y desarrollar soluciones efectivas.”, declara Olea en relación al grupo
Proyectos y sueños
El grupo ya tiene varios planes a futuro, como una parrillada fuera de Santiago y nuevas actividades que les permitirán generar algunos recursos. Además, su meta a largo plazo es conseguir apoyo externo para capacitarse en áreas como repostería, carpintería y electricidad y construir su propia sede.
“Estoy feliz con lo que hemos logrado”, afirma Yanett. “Ver cómo trabajamos unidas y cómo la gente nos valora como grupo me llena el alma. Esto es más que una organización: es una familia que nos impulsa a seguir adelante”, declara emocionada.
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